El suicida que no podía morir
Me decidí a leer a Manuel Torres por las numerosas recomendaciones de otros lectores. Lo primero que me llamó la atención de la obra fue la portada, compuesta por una bella e impactante escultura. Posteriormente el título, fue determinante para sumergirme entre sus líneas. Una historia hilvanada con esmero, y en el entorno de una ciudad que no podía ser más propicia y hermosa a la vez. Necesaria ubicación en mi opinión, para contrarrestar los aspectos que, aunque necesarios, pueden resultar más duros y fríos durante toda la trama. De igual forma también podríamos decir que las minuciosas y detalladas descripciones cumplen la función de edulcorar y crear imágenes hermosas y que se quedan en la retina. El autor ha creado un protagonista principal con una personalidad atrayente en muchos sentidos y este, junto con Amaia, son mis personajes preferidos. La novela está llena de situaciones que se clavan en el alma como pequeños alfileres, y te oprimen los pulmones hasta ese momento extremo, en que necesitas respirar. Es entonces cuando aparece ese giro oportuno que te devuelve el aliento, pero solo hasta volver a pasar hasta la siguiente página. Sentir, emocionarte, acelerarnos el corazón, pero para bien, es lo que fluye durante toda la obra y con una narrativa sencilla y que se dispersa equilibradamente. Tal vez un juego de ángeles y demonios, o quizás algo más serio, para averiguarlo te invito a que leas la obra y juzgues por ti mismo.
He sentido, he temido, me he emocionado, poco más le pido a una buena obra para recomendarla ¡Enhorabuena al autor y encantada de haberle descubierto a través de este suicida que no podía morir!
Vanessa Belizón

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